La "Pulsión Muerte" y sus reproducciones.

Tratando de mitigar el bajón que mis miedos íntimos y los que resultan de procesos que escapan de mi control, como son los de la situación política de Venezuela, me refugié entre chocolates, sabanas y la TV.
Me alejé de mi blog. También de los blogs amigos, al percatarme que los pocos comentarios que había dejado después de mi última entrada, no gozaban ni siquiera del famoso “beneficio de la duda” de haber sido escritos por una mujer con un mínimo de perfil inteligente.
No obstante, mi juego de poder con el control remoto de la televisión, tampoco escapó a mi estado de ánimo, ya que en pulsión claramente masoquista, no dejé de repasar cuanto noticiero hay en el aire, en cualquiera de los idiomas que medio domino; alejándome del sano tratamiento de lagrimear con alguna buena peli romántica o alguna comedia, con deseado y sano final feliz, que siempre reconforta al espíritu.
Pero bien lo describe Konstantino Kavafis, en su poema.

JURA
Jura una y otra vez rehacer su vida.
Pero cuando llega la noche y sus consejos,
sus ofrecimientos y promesas,
cuando la noche llega con el poder
de un cuerpo que desea y exige, al mismo
fatal placer, perdido, se dirige de nuevo.

Por supuesto extrapolando metafóricamente el contenido del poema, a mi realidad existencial de estos días. Completamente alejada, de cualquier emoción enmarcada en el “placer” pecaminoso o santificado, dependiendo del punto de vista moral, con que se quiera etiquetar.

Pero como no hay mal que por bien no venga, (no sé si la resulta de este refrán, cabe en resulta positiva de esta entrada) me encontré con la noticia de un documental, basado en un supuesto programa de concurso en la televisión francesa:
El Juego Extremo


Los participantes debían aplicar corriente eléctrica a sus oponentes si estos últimos daban una respuesta incorrecta a la pregunta del presentador. El estudio estaba lleno de público que, entusiasmado, exigía el castigo.
Ni los 80 participantes, ni los espectadores, sabían que todo era un montaje y las presuntas víctimas eran actores profesionales, entrenados para fingir su sufrimiento y hasta la muerte. Todo parecía real.
Al final del experimento los organizadores se vieron con unos resultados muy contundentes: el 80% de los participantes cumplió su cruel tarea.
No se atrevió a decir “no” al público ni al presentador, y siguiendo sus instrucciones, pulsó el interruptor de las descargas eléctricas, ante los gritos de su compañero de juego, que imploraba lo desataran de la silla maldita.
El productor del espectáculo, Christophe Nick, informó que de los 80 participantes, sólo 16 se negaron a hacer daño a sus víctimas.
Aún cuando, para el grupo de directores y psicólogos franceses, los resultados del programa en cuestión demuestran el poder de la TV en la mente del ser humano; entre chocolate y chocolate, yo no pude evitar recordar el tristemente famoso: Experimento Stanford, llevado a cabo por el psicólogo estadounidense Philippe Zimbardo en un intento (para mí completamente anti ético) de explicar cómo y por qué la gente común y corriente se puede convertir en psicópatas y sádicos, y ese experimento, arrojó peores resultados sin haber mediado el concepto de concurso de TV
Así que no logré desembarazarme de la clara relación, que veo en ambos experimentos, con la teoría de la Pulsión Muerte que esbozó Sigmund Freud.

Pero también delante de un suculento helado de chocolate, al más digno estilo de "mujeres al borde de un ataque de nervios" de las comedias americanas, detuve el zapping en un programa interesantísimo: Las Cien Caras de Israel. Según su productora, intenta bucear en el interior de la sociedad israelí, a fin de encontrar las claves de cómo es posible, por ejemplo, su gran desarrollo a nivel científico y alta tecnología, inmersos en el conflicto con sus vecinos árabes desde la misma creación del Estado de Israel en 1948 o mostrar cómo es posible llevar una vida a espaldas del conflicto. En el programa me enteré de una asociación conformada por de veteranos de guerra: Rompiendo el Silencio, que denuncia los abusos morales y físicos que inflige el ejercito en sus ataques, como fue el criminal uso del fósforo blanco en la macabra invasión a Gaza. Conocí la organización llamada B Tselem, que lucha desde Israel por los derechos humanos de los palestinos y por una verdadera democracia en su país. Este grupo reparte cámaras fotográficas entre los palestinos, para que ellos funjan como reporteros de su propia desgracia, y los abusos puedan ser divulgados entre los ciudadanos israelíes, a fin de ir creando conciencia.
Pero el impulso final, para dejar mi relación sadomasoquista entre el chocolate y mis caderas, surgió al conocer el Círculo de Padres. Agrupa a 500 familias, aproximadamente mitad palestinas y mitad israelíes, que trabajan para solucionar el conflicto a través del diálogo y el entendimiento mutuo. Sus portavoces son el palestino Ali Abu Awwad, que perdió a su hermano Yusef en una operación militar de Israel, y el israelí Robi Damelin, cuyo hijo, soldado, murió a manos de un francotirador palestino. Padres que decidieron que con llorar o maldecir, nada se logra y se dedican a visitar institutos educativos y abren debates para promover la paz y la convivencia entre ambos grupos…
Y tuve aliento para escribir esta entrada.
Porque la pulsión muerte, es indudable que existe entre nosotros.
Pero considero también pulsión muerte, sólo difundir con morbo el lado negativo de nosotros los humanos, cuando hay millones de seres humanos esparcidos por todos los continentes que conforman nuestro mundo, que lo combaten con acciones, con ejemplos gratificantes...pero no "vende" darles difusión.
Saldré a teñirme las canas para verme menos fea y compraré flores. Tal vez así, despierten mis maltrechas y apagadas neuronas, y pueda seguir, no sólo escribiendo en este blog, también, dejando comentarios “medianamente inteligentes” en los de ustedes.
Les dejo el programa completo, porque creo que no tiene desperdicio, desde ningún punto de vista, ni de historia, ni de actualidad.

http://www.rtve.es/noticias/20100311/cien-caras-israel/323354.shtml

Imagen: Obra de David Gerstein
Tomada de Proyectacolor